Baalbek

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En el Líbano de hoy, a 1150 m sobre el nivel del mar, se encuentran las mayores ruinas de templos del mundo. Baalbek, la ciudad del hijo del dios Baal, también llamada Heliópolis, residencia del dios griego Helios.
La construcción abarca templos conservados hasta hoy día como el templo de Bacchus que ya en sí es más grande que la Acrópolis de Atenas.

 
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Las ruinas de Baalbek se encuentran a unos 90 kilómetros de Beirut (Líbano) en el Valle de la Beqaa, a los pies de las montañas del Antilíbano. Lo primero que llama la atención de este colosal conjunto arquitectónico es que, el mayor de los templos romanos de todos los tiempos fue construido en este emplazamiento. Nos referimos al Templo de Júpiter, cuyas columnas más altas alcanzaban los 32 metros y las más anchas 3,75 metros. Sólo algunas de ellas han resisitido el paso del tiempo y las fuerzas de la naturaleza. Nobles e incluso emperadores de Roma recorrían más de 2.000 kilómetros para honrar la figura de su máximo dios, precisamente en este lugar del Medio Oriente.

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Estas ruinas podrían ser los restos de una civilización antigua desaparecida por un cataclismo antes de la actual historia del mundo. La datación de esas ruinas sería muy anterior a la que oficialmente se le atribuye. La mítica y milenaria ciudad de Baalbek guarda un gran secreto. Tan grande que los más osados autores han llegado a proponer que los inmensos bloques de piedra que aquí nos encontramos, sirvieron como lanzaderas de naves espaciales procedentes de otros mundos. A sabiendas de esta aventurada teoría me embarqué en una apasionante singladura en un país que ha resurgido, cual ave fénix, de sus cenizas después de la cruenta guerra civil que lo sumió en el caos y el horror, si bien, en el corazón de sus habitantes, las heridas aún no han cicatrizado. Tampoco en sus avenidas, en donde se dan la mano modernos edificios y otros desvencijados, en los que todavía se observan los efectos de los proyectiles de una guerra que jamás debió ocurrir.

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En la cosmopolita Beirut, moderna y a la vez tradicional, la llamada a la oración desde los alminares de las mezquitas se une al repicar de las campanas de las iglesias cristianas maronitas. Es en este lugar donde se localiza la cuna de la civilización fenicia. Por sus tierras caminaron romanos, egipcios, griegos y asirios, convirtiendo esta tierra en punto de referencia para las más ancestrales civilizaciones de la cuenca mediterránea y del Oriente Medio. La ciudad de Byblos, por ejemplo, cuenta con una historia de más de 7.000 años, lo que nos remonta a la época de reyes, conquistadores y dioses. Pero el lugar que ha marcado a generaciones de investigadores es Baabelk, un enclave que entre sus ruinas guarda algunos de los secretos más enigmáticos del pasado. En la actualidad, para llegar allí es necesario sortear durante dos horas serpenteantes carreteras y constantes puestos de control, en los cuales, militares armados hasta los dientes, lo inspeccionan absolutamente todo.
La ciudad está situada a unos 1.200 metros sobre el nivel de mar; no es extraño que, en invierno, la nieve cubra sus callejuelas del mismo modo que, cuando llega verano, el Sol castiga con fuerza. Bajo este clima extremo, las condiciones de vida nunca han sido fáciles. No sabemos por qué eligieron este lugar, ya que realmente hay cientos de enclaves mucho más placenteros en las cercanías para crear un centro de adoración como éste que, sin embargo, pasa por ser unos de los más importantes de la antigüedad.
                      
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Al norte de Damasco se extiende la terraza de Baalbek: una plataforma construida con enormes losas algunas de las cuales miden 20 metros de lado y pesan casi 2.000 toneladas. ¿Por qué y cómo se construyó la terraza de Baalbek? ¿Quiénes fueron sus constructores? Hasta ahora, la Arqueología no ha podido ofrecer ninguna explicación convincente. Con todo, el profesor ruso Agrest, así como algunos autores clásicos de temática OVNI, como DANNIKEN o ZECHARIA SITCHIN, creen posible que esa terraza represente los restos de una gigantesca pista de aterrizaje extraterrestre. Por supuesto, la Gran Terraza de Baalbek es una de esas construcciones que la arqueología moderna, con todos los recursos de que dispone, es incapaz de explicar. Nadie sabe quién la edificó, ni cuándo, ni cómo. Un conjunto de templos de la época romana fue construido entre los siglos I y III de nuestra era sobre ruinas griegas previas, y los edificios griegos sobre otras aún anteriores.
La Gran Terraza es una plataforma construida con las mayores piedras talladas conocidas, bloques megalíticos que fueron cortados con gran precisión y colocados para formar unos fundamentos de 460.000 metros cuadrados de superficie. En esta plataforma se encuentran los tres colosales bloques conocidos como el Trilithon, cada uno de los cuales mide casi 20 metros de largo, con una altura de aproximadamente 4 metros y un ancho de 3. El peso de cada uno de esos monolitos monstruosos se ha estimado entre mil y dos mil toneladas; son de granito rojo, y fueron extraídos de la cantera a más de un kilómetro de distancia, valle abajo respecto a la construcción. No existe ningún mecanismo en la actualidad, ninguna tecnología moderna, capaz de mover su gran peso y colocarlo precisamente en ese lugar. Aún es más extraordinario el hecho de que en la cantera haya quedado un bloque aún mayor, conocido por los árabes como Hajar el Gouble, o Piedra del Sur.

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Una vez más el misterio radica en cómo fue posible el corte, traslado y ubicación de semejantes moles de piedra. Nada nuevo cuando nos enfrentamos a numerosas construcciones de la antigüedad, algo aparentemente sencillo a pesar de lo rudimentario de sus herramientas y que involucionó hasta el día de hoy de manera que no existe ni tan siquiera un sólo pueblo que sea capaz de imitar a sus ancestros. Como en otros lugares, en Baalbek nadie a dado una solución convincente, aunque oficialmente, los sectores más conservadores atribuyen a griegos y romanos la construcción de esta terraza, pero es más un deseo que una evidencia palpable, pues no existe ni una sola prueba documental de este increíble evento, que hubiese constituido todo un honor para su constructor proclamar a los cuatro vientos, por no hablar de la inexistencia total de tecnología romana conocida capaz de mover colosos de 800 toneladas en ningún punto de su basto imperio. Por otro lado, las tradiciones locales asocian la construcción de Baalbek a gigantes y demonios en tiempos del mítico diluvio.
En la cantera en que cortaron estas gigantescas piedras aún se encuentra la más grande de ellas, con peso mayor a las 2000 toneladas (para tener una idea, equivale a 50 trailers de 40 toneladas cada uno). Por lo visto, fue abandonada allí de forma súbita por los constructores, y aún está en espera ser transportada al lado de sus hermanas.

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En la actualidad no hay grúas ni otros aparatos que puedan mover y mucho menos levantar los titánicos bloques de piedra de Baalbek. Por lo tanto la mayor piedra tallada conocida en el mundo deberá permanecer donde está hasta que, acaso, los arquitectos originales regresen para completar su obra y resolver el enigma de lo que estaban construyendo.
Ni investigadores independientes ni la ciencia son capaces de explicar adecuadamente el misterio de la plataforma de Baalbek, aunque pudiéramos pensar que “bloques de esas dimensiones tuvieron que ser tallados y puestos allí por gigantes o por miembros de una civilización que conociera los secretos de la levitación y la antigravedad”, sugiere Maurece Chatelain. La biblia, incluso, alude a la existencia de gigantes en la tierra en tiempos muy remotos.
                            
Al igual que el grupo de estatuas de la Isla de Pascua o las de Tiahuanaco, en un momento repentino, algo debió ocurrir: Fue algo inesperado que interrumpió para siempre los trabajos de la plataforma de Baalbek, y que seguramente se hacían con algún propósito. Naturalmente, respecto a todo esto, la ciencia oficial guarda un rotundo silencio.

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En 1851, el estudioso francés Louis Felicien de Saulcy, quien más tarde realizaría una de las primeras excavaciones sistemáticas de Jerusalén, permaneció en Baalbek dos días, del 16 al 18 de mayo, y se convenció de que el basamento de la Gran Terraza eran los restos de un templo pre-romano; dejó sentada esta opinión en su libro "Voyage autour de la Mer Morte" ("Viaje alrededor del Mar Muerto") que data de 1864.
Sin embargo, la hipótesis del origen extraterrestre de la terraza de Baalbek aún tardaría en llegar. El primero en exponerla en 1959 fue el físico bielorruso Matest M. Agrest (Doctor en Ciencia, Física y Matemáticas de la Universidad de Moscú, que llegó a trabajar para el Programa Soviético de Energía Atómica hasta el año 1.992).
Agrest es considerado como el primer científico en avanzar la hipótesis de que la Tierra fue visitada en tiempos prehistóricos por inteligencias venidas del espacio exterior; su famoso artículo "Astronautas de la Antigüedad" se publicó en 1961. En sus hipótesis, Agrest le da una gran importancia a la historia bíblica de Enoch, y a la oscura referencia del Génesis que habla de los Nefilin. Propuso, asimismo, que las tectitas son prueba de esas visitas extraterrestres y que lo que realmente ocurrió en Sodoma y Gomorra fue una explosión nuclear. Para Agrest, la Gran Terraza habría sido una pista de aterrizaje para los cosmonautas de la antigüedad. Curiosamente, la única fuente de información de Agrest respecto a Baalbek parece haber sido un indefinido libro publicado en París en 1898.
La hipótesis de Agrest respecto a Baalbek en particular, y a los "antiguos astronautas" en general, hizo escuela: los libros de Erich von Daeniken; Zecharia Sitchin sigue también esta misma línea... Las innumerables toneladas de los bloques de Baalbek parecen ser tan fascinantes que existen autores que no se resisten a mencionarlas, aunque no tengan nada que ver con el tema del que están tratando; por ejemplo, Charles Berlitz, quien en medio de un catálogo de maravillas que aparece en su magna obra "El Triángulo de las Bermudas" menciona "las enormes piedras de las fundaciones del templo de Júpiter, en Baalbek, Siria, emplazadas allí mucho antes de la construcción del templo y una de las cuales pesa 2.000 toneladas". Por cierto, en la actualidad Baalbek no queda en Siria, sino en el Líbano, pero pasémosle por alto este pequeño lapsus.

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La gran terraza sobre la que se levantó el templo, del que sólo quedan unas pocas columnas en pie, es una construcción que los modernos arqueólogos e ingenieros no logran entender. Quién la construyó y para qué, son las preguntas que atenazan a los investigadores, que observan con inquietud esta ciclópea obra erigida gracias a las piedras talladas más grandes que se conocen.
Para añadir algo más de misterio a la terraza del Templo de Júpiter, diremos que han sido encontradas numerosas piedras vitrificadas, un fenómeno geológico que solo puede asociarse a la enorme acción de una fuente de calor. Este extraño y curioso detalle que muchos investigadores han pasado por alto, y que puede ser observado por cualquier visitante, ha servido a otros para asegurar que la gigantesca terraza sirvió como una plataforma o rampa de lanzamiento de naves espaciales propulsadas por energía nuclear. 

“En aquellos días había gigantes en la tierra, y aun después cuando se unieron
los hijos de Dios con las hijas de los hombres y les nacieron hijos. Ellos eran los
héroes que desde la antigüedad fueron hombres de renombre”.
Génesis Cap.6 Ant.testamento

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