
En los últimos tiempos ha resonado mucho el tema de los dichosos satélites que pudieron haber hecho mucho daño, de haber caído en tierra firme, cerca de alguna población o en mitad de alguna city...
Pero, ¿Qué peligro pueden suscitar estos pequeños artilugios?
Un satélite artificial es una nave espacial fabricada en la Tierra o en otro lugar del espacio y enviada en un vehículo de lanzamiento, un tipo de cohete que envía una carga útil al espacio exterior.
Un satélite artificial está destinado a girar en torno a un planeta, especialmente la Tierra. Se coloca en órbita mediante un cohete polietápico (de varias etapas) o desde otro vehículo espacial.
La primera etapa suele llegar hasta los 100 km de altura; la segunda sitúa al satélite hasta una altura muy próxima a la de la órbita definitiva; las demás etapas llevan al satélite hasta su órbita estable, es decir, hasta una órbita en la cual sucede que, en cualquiera de sus puntos, la fuerza de atracción gravitatoria terrestre y la fuerza centrífuga se contrarrestan (peso relativo del satélite = 0).
La primera etapa suele llegar hasta los 100 km de altura; la segunda sitúa al satélite hasta una altura muy próxima a la de la órbita definitiva; las demás etapas llevan al satélite hasta su órbita estable, es decir, hasta una órbita en la cual sucede que, en cualquiera de sus puntos, la fuerza de atracción gravitatoria terrestre y la fuerza centrífuga se contrarrestan (peso relativo del satélite = 0).
Un satélite geoestacionario, por ejemplo, puede quedar sobre un punto de la Tierra, con sus antenas perfectamente orientadas hacia una estación terrestre y debe permanecer en su órbita geoestacionaria para evitar colisiones con otros satélites. Pero incluso en la quietud del espacio las naves se mueven. El viento solar y otras radiaciones pueden impulsarlas lejos de su posición. Unos pequeños impulsores en el mismo satélite lo devuelven, bajo control terrestre, a su posición exacta si las señales del satélite se apagan o se vuelven vagas.
Los satélites se pueden clasificar de acuerdo a su tamaño que van desde micro satélites con pesos menores de 50 Kg. (como ejemplo el UNAMSAT que pesa 10 Kg.) a satélites grandes de varias toneladas como la estación espacial MIR.
Los satélites artificiales pueden orbitar alrededor de lunas u objetos naturales del espacio, cometas, asteroides, planetas, estrellas o incluso galaxias. Tras su vida útil, los satélites artificiales pueden quedar orbitando como basura espacial.
Son miles los satélites que rondan este planeta, aquí puedes ver una simulación de la evolución de la "basura espacial" desde el principio de la carrera espacial (hay un pequeño error, pues indica 1955 como el inicio, cuando fue en 1957) hasta la actualidad. Incluso tomando en cuenta que solo abarca parte del total y que los tamaños no son realistas (de lo contrario serían invisibles a esta escala), el resultado es espectacular, mostrando tanto el aumento exponencial de la actividad espacial como algo desgraciadamente tan propio de nuestra civilización como es la generación de residuos.
La concentración que podemos ver, en las órbitas más bajas, es donde la fricción atmosférica realiza una función de limpieza, pero que por encima de los 500 Kilómetros, ya sin ese efecto, el número se dispara hasta más allá de los 1000 Kilómetros, a partir de los cuales disminuye nuevamente, para aparecer otro pico en la órbita geoestacionaria, donde se sitúan los satélites de comunicación y meteorológicos. La simulación es la siguiente:
La concentración que podemos ver, en las órbitas más bajas, es donde la fricción atmosférica realiza una función de limpieza, pero que por encima de los 500 Kilómetros, ya sin ese efecto, el número se dispara hasta más allá de los 1000 Kilómetros, a partir de los cuales disminuye nuevamente, para aparecer otro pico en la órbita geoestacionaria, donde se sitúan los satélites de comunicación y meteorológicos. La simulación es la siguiente:
Space Debris from Philipp Seiffert on Vimeo.
"Basura espacial", una expresión que engloba a toda una familia de objetos tan amplia como variada, de todas las formas y naturaleza, y que tienen una sola cosa en común...todos ellos son desechos, lo que la actividad de las empresas, tras más de 50 años, deja alrededor de nuestro planeta.
En la órbita del planeta azul se hallan desde satélites fuera de uso y antiguas fases de impulsión hasta trozos de pintura, tuercas, herramientas perdidas, fragmentos de accidentes y pruebas militares, pasando por algunos ejemplares tan curiosos como un guante de astronauta. Varias decenas de miles de basura espacial, y todo ello refiriéndonos a los de cierto tamaño, pues a esto se le tiene que sumar una nube de pequeñas partículas, de milímetros o aun más pequeñas, pero que a las velocidades que se mueven, que rondan los 20.000 Kilómetros/Hora, pueden resultar tan letales como una bala...
Esta nube de "basura", fruto de décadas de poca previsión en este terreno y de dejadez por parte de los gobiernos, representa una amenaza por partida doble, una presente y otra potencialmente desastrosa para el futuro.
También las acciones voluntarias generaron basuras. La MIR rusa, como ejemplo de negligencia, lanzó al espacio cientos de residuos durante sus 10 años de vida. No es descabellado pensar que, metafóricamente, "el cielo puede caer sobre nuestras cabezas".
Aunque en general todos esos fragmentos y residuos que viajan sin rumbo, se desintegrarían si entrasen en nuestra atmósfera, existen antecedentes de la caída a la Tierra sin control de varios de ellos; al menos han sido detectados 60 casos, algunos muy llamativos, como las 20 toneladas de chatarras procedentes del Skylab, que se dispersaron por Australia y el Índico en 1979. Otro caso significativo ocurrió en 1997, cuando el cohete Delta se estrelló en una granja de Texas a solo 50 metros de sus habitantes.
Miles y miles de pedazos de satélites y otros objetos que se salieron de control pululan alrededor de la tierra. Según promedio, un pedazo de desecho reingresa todos los días a la atmósfera terrestre y mientras la mayoría se incendia, un gran número sobrevive, amenazando la vida y propiedad de las personas.
Se dice que existiría un 30% de posibilidades de que un objeto golpee la tierra, y es más remota aún la posibilidad de que aterrice en área poblada, pero a medida que el número de objetos espaciales crece, también crece el número de pedazos o partículas, contaminando el espacio y constituyendo una seria amenaza presente y futura para la humanidad.
La NASA ha informado que entre 20.000 y 70.000 desechos espaciales dentro de una altura de 800 a 1.000 km., se encuentran girando alrededor de la tierra. La conclusión es que existen miles de pedazos de satélites y otros objetos que salieron de su control, no funcionan y se quedan en órbita alrededor de la tierra.
Estos artilugios son un peligro potencial, básicamente por el riesgo que corren tanto la ISS (motivo por el cual está reforzada hasta cierto punto para soportar impactos), más el riesgo para las diversas misiones tripuladas y automáticas, así como para los numerosos satélites en activo, lo que obliga a llevar a cabo un seguimiento constante de varios miles de ellos, los de mayor tamaño, para avisar en caso de una aproximación peligrosa.
El riesgo es menor en órbitas bajas, pues la fricción atmosférica termina haciendo caer a la mayoría, pero aún así las noticias sobre diversos cambios en la trayectoria de la ISS o incluso preparativos para una evacuación de sus tripulantes se suceden cada cierto tiempo, lo que demuestra que pese a todo, la amenaza está ahí…
Existe otra amenaza, la del llamado Síndrome de Kessler, que puede resumirse como una reacción en cadena: El choque entre dos objetos generaría numerosos restos que, a su vez, chocarían con otros y el proceso se repetiría de forma imparable hasta que la órbita baja quedaría tan llena, que haría casi imposible posteriores lanzamientos, cerrándose seguramente por mucho tiempo, las puertas del espacio. De momento aún estamos lejos de la densidad necesaria para que ello pudiera ocurrir, pero la advertencia sigue ahí.
No existen soluciones inmediatas, ni parece que las haya en un futuro cercano, a la acumulación progresiva de la basura orbital. Independientemente de que se adopten medidas para evitar las emisiones de basuras al espacio, mientras se sigan realizando lanzamientos desde tierra, seguirán existiendo riesgos de contaminación diferida. Solo queda observar y catalogar la basura existente, hasta que se cuente con tecnología adecuada para proceder a su destrucción sin riesgos.
Si entramos en la página virtual de la NASA, podremos comprobar como ya hay un departamento destinado a seguir el proceso orbital de los desperdicios espaciales, no obstante, aún así, no hemos podido constatar que se plantee algún tipo de solución al respecto, se catalogan los restos con diferentes números y se pretenden seguir para evitar cualquier tipo de problema a la hora de lanzar una nave tripulada, pero lo que no hemos podido ver es que dicho departamento se esté planteando alguna solución en cuanto a la eliminación o recuperación de estos y mucho menos se plantean el problema medioambiental que esto conlleva.
Tampoco en la página oficial del NORAD se habla del tema medioambiental, aunque si parece ser que el seguimiento es más exhaustivo. Lo que sí podemos ver claramente en estos departamentos, es que aún manteniendo un control sobre el tema, de los residuos espaciales, que deben sumar una cantidad de ochenta o noventa mil elementos diferentes, sólo debe haber catalogados unos quince mil aproximadamente, lo que nos da una diferencia considerable de restos de astronáuticos de pequeño tamaño que continúan girando a su libre albedrío alrededor de nuestras cabezas. Ya no hablemos de los residuos tóxicos, los cuales deben ser ínfimos y totalmente incontrolables.
Se han realizado numerosos estudios, investigaciones y trabajos tanto teóricos, como experimentales para el análisis y posible control de este fenómeno. En la NASA se encuentra en desarrollo un programa cuyos objetivos son los siguientes:
a) Minimización o reducción de la proliferación espacial.
b) Definición del estado actual de las proliferación, desarrollo de modelos de evolución y mantenimiento de bases de datos para agencias espaciales norteamericanas y extranjeras. c) Desarrollo de técnicas avanzadas de protección física de futuras emisiones espaciales.
Estudio y desarrollo de políticas de regulación de las actividades espaciales.
Se ha pensado en más de un método para deshacerse de la basura espacial. Por ejemplo utilizar gigantescos globos de gas helio, He (g), que una vez hinchados provocarían la precipitación hacia la Tierra.
Un efecto parecido se podría conseguir con velas solares. Claro que otra forma podría ser utilizando un láser desde la Tierra.
Con la potencia adecuada podría desviar la chatarra espacial a una órbita donde no molestara, una especie de órbita-aparcamiento.
Un efecto parecido se podría conseguir con velas solares. Claro que otra forma podría ser utilizando un láser desde la Tierra.
Con la potencia adecuada podría desviar la chatarra espacial a una órbita donde no molestara, una especie de órbita-aparcamiento.
Pensándolo bien, si el láser es lo suficientemente potente se podría destruir la chatarra en el mismo espacio, si bien tendríamos el problema de los nuevos trozos formados. Mejor que no…
Otra de las opciones manejadas iría en la línea de mandar pequeños satélites de limpieza. Los hay de dos tipos.
Uno estaría provisto de un brazo robótico capaz de detectar un objeto errante y agarrarlo con total precisión independiente de su velocidad. Todo un reto tecnológico dada su alta velocidad orbital.
El otro actuaría como una gigantesca red de pesca, un “paraguas” descomunal que recogería los fragmentos a su paso.
Consistiría en un hilo conductor cargado mediante la energía recogida por dos paneles solares situados en sus extremos, que permitiría a este vehículo interactuar con el campo magnético terrestre para así ganar o perder altitud en la órbita y perseguir los restos esparcidos por el espacio. Los fragmentos se irían acumulando en una red.
Ambos tipos, brazo robótico y red de pesca, relanzarían la basura, posteriormente, hacia una órbita más baja donde se desintegraría por la fricción con la atmósfera terrestre. O también para traerlos de vuelta al planeta.
En cualquier caso actuarían como una especie de “camión de la basura cósmico”. No olvidemos que en el espacio no podemos barrerla. Allí no sirven las escobas.
En fin… veremos que solución se toma finalmente, pero está claro que, como siempre, solo se piensa en el negocio y su rentabilidad, dejando de banda las consecuencias y problemas que pueden acarrear estos artilugios.
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