Sinfonías de Paracelsus

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La suerte no existe y el destino depende de los propios actos y pensamientos.
Cuando el alma está fuerte y limpia, todo sale bien. Jamás creerse solo, ni débil. El único enemigo a quien se debe temer es a uno mismo
  
Paracelso

Las 7 leyes para una vida con sentido que Paracelso dejó formuladas hace más de 4 siglos, sirven de pilares básicos para llevar una vida pura, sana y feliz.

1.- LO PRIMERO ES MEJORAR LA SALUD
  
Para ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y rítmica, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que estuvieras por alguna causa grave sometido a un tratamiento. Bañarte diariamente, es un hábito que debes a tu propia dignidad.
 
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2.- DESTERRAR ABSOLUTAMENTE DE TU ÁNIMO, POR + MOTIVOS QUE EXISTAN, TODA IDEA DE PESIMISMO, RENCOR, ODIO, TEDIO, TRISTEZA, VENGANZA Y POBREZA
  
Huir como de la peste de toda ocasión de tratar a personas maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas o vulgares e inferiores por natural bajeza de entendimiento o por tópicos sensualistas que forman la base de sus discursos u ocupaciones. La observancia de esta regla es de importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura de tu alma. Es el único medio de cambiar tu destino, pues este depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.
 
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3.- HAZ TODO EL BIEN POSIBLE
  
Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energías y huir de todo sentimentalismo hueco.
 
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4.- HAY QUE OLVIDAR TODA OFENSA, + AÚN: ESFUÉRZATE POR PENSAR BIEN DEL MAYOR ENEMIGO. TU ALMA ES UN TEMPLO QUE NO DEBE SER JAMAS PROFANADO POR EL ODIO
  
Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior, pero no te hablara así de pronto, tienes que prepararte por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y perfecto en si, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca.
 
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5.- DEBES RECOGERTE TODOS LOS DÍAS DONDE NADIE PUEDA TURBARTE, SIQUIERA POR MEDIA HORA, SENTARTE LO + CÓMODAMENTE POSIBLE CON LOS OJOS MEDIO ENTORNADOS Y NO PENSAR EN NADA
  
Esto fortifica enérgicamente el cerebro y el Espíritu y te pondrá en contacto con tu más íntimo SER. En este estado de recogimiento y silencio, suelen ocurrírsenos a veces luminosas ideas, susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente por una voz interior que te guiará en tales instantes de silencio, a solas con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates.
 
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6.- DEBES GUARDAR ABSOLUTO SILENCIO DE TODOS TUS ASUNTOS PERSONALES
  
Abstenerse, como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los demás, aun de tus más íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas, aprendas, sospeches o descubras. Por un largo tiempo al menos debes ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.
 
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7.- JAMÁS TEMAS A LOS HOMBRES NI TE INSPIRE SOBRESALTO EL DÍA DE MAÑANA
  
Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni débil, porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños. Si elevas tu espíritu no habrá mal que pueda tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo.
El miedo y desconfianza en el futuro son madres funestas de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con ellas el desastre. Si estudias atentamente a las personas de buena suerte, veras que intuitivamente, observan gran parte de las reglas que anteceden. Muchas de las que alegan gran riqueza, muy cierto es que no son del todo buenas personas, en el sentido recto, pero poseen muchas virtudes que arriba se mencionan. Por otra parte, la riqueza no es sinónimo de dicha; Puede ser uno de los factores que a ella conduce, por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles obras; pero la dicha más duradera solo se consigue por otros caminos; allí donde nunca impera el antiguo Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre es el egoísmo. Jamás te quejes de nada,  debes dominar los sentidos; huir tanto de la autocompasión como de la vanidad. La autocompasión sustrae fuerzas y la vanidad las paraliza.
 
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“La meta de todo hombre debe centrarse en la evolución, la evolución personal. SER mejor persona, mejor amigo, mejor hermano, mejor madre… mejor SER humano. Cuando cambiemos por dentro, podremos afrontar todo lo que está ahí afuera”
 
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Teofrasto Paracelso fue un alquimista, médico y astrólogo suizo nacido en 1493. Fue conocido porque se creía que había logrado la transmutación del plomo en oro mediante procedimientos alquimistas y por haberle dado al zinc su nombre, llamándolo zincum.

 

Nació y fue criado en Einsiedeln, Suiza, hijo del médico y alquimista suabo Wilhelm Bombast von Hohenheim y de madre suiza.
En su juventud trabajó en las minas como analista. Comenzó sus estudios a los 16 años en la Universidad de Basilea, y más tarde en Viena. Se doctoró en la Universidad de Ferrara.
Estaba contra la idea que entonces tenían los médicos de que la cirugía era una actividad marginal relegada a los barberos.
Viajó bastante, en busca del conocimiento de la alquimia. Produjo remedios o medicamentos con la ayuda de los minerales para destinarlos a la lucha del cuerpo contra la enfermedad. Otro aporte a la Medicina moderna fue la introducción del término sinovial; de allí el líquido sinovial, que lubrica las articulaciones. Además estudió y descubrió las características de muchas enfermedades (sífilis y bocio entre otras) y para combatirlas se sirvió del azufre y el mercurio.
   
Se dice que Paracelso fue un precursor de la homeopatía, pues aseguraba que «lo parejo cura lo parejo» y en esa teoría fundamentaba la fabricación de sus medicinas.
  
El orden cósmico era lo que le interesaba a Paracelso en primera instancia y lo halló en la tradición astrológica. La doctrina del Astrum in corpore es su idea capital y más querida. Fiel a la concepción del hombre como microcosmos, puso el firmamento en el cuerpo del hombre y lo designó como Astrum o Sydus (en español, astro o constelación). Fue para él un cielo endosomático cuyo curso estelar no coincide con el cielo astronómico, sino con la constelación individual que comienza con el «Ascendente» u horóscopo.
 
Uno de los principios de Paracelso fue: «Únicamente un hombre virtuoso puede ser buen médico»; para él la Medicina tenía cuatro pilares: Astronomía, Ciencias naturales, Química y El amor. Su principal libro fue La gran cirugía.
  
A pesar de que se ganó bastantes enemigos y obtuvo fama de mago, contribuyó en gran manera a que la Medicina siguiera un camino más científico y se alejase de las teorías de los escolásticos.
También aportó datos alquímicos. A Paracelso le atribuimos la idea de que los cuatro elementos (tierra, fuego, aire y agua) pertenecían a criaturas fantásticas que existían antes del mundo. Así pues, la tierra pertenecería a los gnomos, el agua a las nereidas (ninfas acuáticas), el aire a los silfos (espíritus del viento) y el fuego a las salamandras (hadas de fuego).
   
Igualmente, Paracelso aceptó los temperamentos galénicos y los asoció a los cuatro sabores fundamentales. Esta asociación tuvo tal difusión en su época que aún hoy en día, en lenguaje coloquial, nos referimos a un carácter dulce (tranquilo, flemático), amargo (colérico), salado (sanguíneo, dicharachero) y el carácter ácido pertenecería al temperamento melancólico.
 
No era hombre de establecerse en un solo lugar, por lo que pasó buena parte de su vida viajando por toda Europa.
Fue muy criticado y segregado por la concepción que tenía del ser humano, de la medicina, de los tratamientos y de las enfermedades, que diferían bastante de las creencias establecidas en la época. Participó como cirujano en las guerras holandesas. Incursionó por Rusia, Lituania, Inglaterra, Escocia, Hungría, e Irlanda.
En sus últimos años, su espíritu viajero lo llevó a Egipto, Arabia, Constantinopla y en cada uno de los lugares que visitaba aprendía algo sobre y medicina o alquimia.
Tras viajar casi 10 años sin descanso, regresó a Austria en 1524 donde se convirtió en El Gran Paracelso a los 33 años y fue designado como médico del pueblo y conferenciante de la universidad de Basel, donde estudiantes y gente diversa de toda Europa concurrían a escucharlo.
Su fama se difundió por todo el mundo conocido. Escribió acerca del poder preventivo y curativo de la naturaleza.
En 1541, a los 48 años de edad, Paracelso murió en circunstancias misteriosas.
 
“Nada está en mí, sino en lo mejor de lo que es capaz la medicina, en lo mejor que hay en la Naturaleza, en lo mejor que la naturaleza de la tierra sabe dar fielmente a los enfermos. Por eso no parto de mí, sino de la Naturaleza, de lo que también yo he salido”
Escritos de Nuremberg 1527
    
 

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