Seamos el cambio que queremos ver en el Mundo

cambio
  
Las palabras cambian a la gente, cambian el mundo.
  
Desde “La página de la vida” nos llegan directas al corazón estas hermosas palabras. Grandes conocimientos espirituales y ancestrales que engrandecen el alma y nos hacen ser más humanos.
  

  
Somos el mundo, el mundo es lo que somos todos, el mundo no está separado de uno mismo. Hemos creado este mundo, el mundo de la violencia, de las guerras, de las divisiones religiosas, del sexo, de las ansiedades y de la absoluta falta de compasión. Casi la totalidad de los seres humanos de esta tierra sufrimos, nos sentimos ansiosos, inseguros y con miedo respecto de todas las cosas. El mundo es uno mismo y uno mismo es el mundo, somos el mundo. Al darnos cuenta de esto como un hecho fundamental vemos que nuestro problema es un problema global. No es mi problema o el problema de otro hombre o mujer, es un problema humano. Es el problema de uno que, como ser humano, está viviendo en un mundo que se desintegra.
 
La Vida es relación, relación entre uno y las demás personas, animales y cosas; y comprender la relación es comprenderse a uno mismo y a la totalidad de la Vida. Este mundo en desintegración es nuestra mente. Uno es la esencia de la sociedad; es, en sus relaciones, la base de la sociedad. Y cuando no existe una adecuada y verdadera relación hay desintegración, dolor. La relación es la base de nuestra existencia, la base de nuestra sociedad, y a menos que haya una comprensión profunda de esto y una transformación de esa relación, no podremos seguir avanzando en el descubrimiento de uno mismo y de lo que es la Verdad. Por eso, esta es la base sólida sobre la cual debemos permanecer: la comprensión de nuestra relación con todo.

Es indispensable descubrir qué significa tener una relación verdadera, adecuada. Existen muchos niveles de relación entre uno y todo lo demás: en el nivel físico, en el sexual, en el intelectual, en el sentimental... y en todos estos niveles uno debe relacionarse apropiadamente. Si no se comprende claramente la naturaleza de la relación y no se vive de segundo en segundo es totalmente inútil realizar ninguna acción, porque entonces, esta acción es inapropiada o se convierte tan sólo en un escape inútil. A no ser que uno establezca la relación adecuada entre uno mismo y otro, siendo esa la base misma de toda existencia, el tratar de vivir religiosamente se convierte en una evasión respecto de lo real, y eso conduce a toda clase de resultados neuróticos y destructivos.
  
La realidad de la relación que tenemos unos con otros es que cada persona tiene una imagen de la otra, y la relación que existe entre los seres humanos es una relación entre dos imágenes, entre dos representaciones mentales. Estas representaciones mentales, imágenes o conclusiones son recuerdos, recuerdos que cada uno ha reunido, almacenado en el cerebro. Y amos reaccionan el uno con respecto del otro conforme a esas imágenes. Y no sólo se construyen imágenes de los demás, sino también de uno mismo. Por lo tanto, no son relaciones reales, apropiadas, y por eso hay siempre división y conflicto. Y éstos generan la herida psicológica: la imagen ha sido herida.
   
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Existen heridas psicológicas pasadas, que sucedieron en la infancia y si no obramos inteligentemente recibiremos heridas en el futuro. A lo largo de toda la vida lo hieren a uno y, por sentirse uno herido, levanta un muro alrededor de sí mismo para resistir, para que no lo hieran más. Y cuando levantamos un muro alrededor de nosotros mismos tiene lugar la división y el conflicto, como ocurre entre razas, religiones y filosofías. Es una ley: donde hay división hay conflicto.
   
Cualquier forma de comparación hiere, toda imitación y conformidad hiere, no sólo verbalmente, sino en lo profundo. Y cuando uno está herido, desde esa herida hay violencia. Pero existe la posibilidad de que a uno no lo hieran jamás, aunque esto no significa construir ningún muro, sino vivir sin resistencia alguna.
La imagen que uno se ha formado de sí mismo es un producto de la sociedad, la educación y el medio. Estos factores han formado la imagen propia en uno mismo. “Uno” es esa representación mental, esa imagen, el nombre, la forma, las características, la idiosincrasia, etc. Y esa imagen ha sido herida. Tengo una conclusión acerca de mí, que soy esto o aquello, y cuando esa conclusión se ve perturbada me siento herido. De aquí surgen la herida y el dolor psicológicos.
  
El hombre ordinario siente una profunda angustia, una gran sensación de soledad. Tiene miedo de ella y para intentar escapar busca seguridad, placer y poder –tanto en las cosas como en las ideas y en las personas. Y esa búsqueda es la causa de la confusión, el dolor y la desdicha en las relaciones y, por ello, en el mundo.
 
La mente debe descubrir la causa del conflicto mediante la agudeza del pensamiento y, por consiguiente, mediante el cuestionamiento de todo lo que el medio ha establecido respecto de nosotros mismos. Al cuestionar todo ello veremos que surge la inteligencia, que es espontánea y que no puede ser adquirida ni cultivada. Ahí se encuentra la semilla de la percepción alerta, de la que brota la consciencia, la inteligencia y el buen obrar sobre el medio.
 
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Una clase completamente distinta de moralidad y de conducta, y una acción que surja de la comprensión de todo el proceso del vivir, son una necesidad urgente en nuestro mundo de crisis y de problemas que constantemente aumentan. Tratamos de abordar y resolver estos problemas mediante métodos políticos y de organización, mediante reajustes económicos y otras diversas formas.
   
Pero ninguna de estas cosas resolverá jamás las complejas dificultades de la existencia humana, aunque puedan ofrecer un alivio transitorio. Todas las reformas, por extensas y aparentemente duraderas que sean, son en sí mismas la causa de posterior confusión y nueva necesidad de reformas. Sin comprender toda la complejidad del ser humano, las simples reformas producirán sólo la confusa exigencia de más reformas. Así, las reformas no terminan nunca y, en ninguna parte se encuentra una solución fundamental.
 
Las revoluciones religiosas, políticas, económicas o sociales tampoco son respuesta, porque han producido tiranías espantosas o la simple transferencia de poder y autoridad a manos de un grupo diferente. Tales revoluciones jamás son la salida para la confusión y el conflicto en que vivimos. Pero hay una revolución que es por completo diferente y debe ocurrir si tenemos que emerger de la inacabable serie de ansiedades, conflictos y frustraciones en que estamos atrapados. Esta revolución tiene que comenzar no con teorías e ideaciones que, a la larga, demuestran ser inútiles, sino con una transformación radical en la mente misma.

Una transformación semejante sólo puede tener lugar mediante una educación correcta y el total desarrollo del ser humano. Es una revolución que ha de ocurrir en la totalidad de la mente, y no sólo en el pensamiento.
El pensamiento, después de todo, es sólo un resultado y no la fuente, el origen. Tiene que haber una transformación radical en el origen mismo y no una mera modificación del resultado. Hoy en día, nos entretenemos con los resultados, con los síntomas. No producimos un cambio vital desarraigando los viejos métodos de pensamiento, liberando a la mente de las creencias, tradiciones y hábitos. Es en este cambio vital en el que estamos interesados, el cual sólo puede originarse en una correcta educación.
 
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La humanidad vive en un espejismo. Éste es como una bruma o niebla en la que el ser humano divaga, distorsionando todo lo que ve y todo aquello con lo que hace contacto. Esta bruma le impide ver claramente la vida o las condiciones que lo circundan tal como esencialmente son. Al ser humano le engañan las apariencias, y no conoce o se olvida de lo que ocultan.
  
Por el contrario, concienciarse es tomar consciencia de la realidad, del universo que le rodea a uno mismo. A través de esta realidad, el ser humano se descubre a sí mismo y las relaciones que tiene con los demás. La consciencia del ser humano es su gran realidad dentro del Universo en el que vive. La consciencia supone todo lo que el ser humano es y hace. Mediante ella somos capaces de ver a los demás, al Universo y a nosotros mismos. Por la consciencia lo miramos todo como en un espejo, accedemos al conocimiento de las cosas, reflexionamos sobre ello y obramos adecuadamente. Por ella nos descubrimos a nosotros mismos, aunque siempre hay algo más que descubrir, siempre nos podemos conocer mejor. Al mismo tiempo, la consciencia, que es respeto y amor, nos permite vivir la unidad conservando siempre la propia identidad. Nos sentimos parte del Universo y capaces de transformarlo, de unirlo más a nosotros mismos para hacerlo más humano.
  
El ser humano adquiere consciencia de sí mismo en la medida en que le conocen y aman las demás personas. El hijo se va haciendo consciente en la medida que le conocen y aman sus padres. Esta consciencia que adquiere una persona es la de quien vive insertado en la materia, en un cuerpo y en un universo, que es la prolongación de su cuerpo. Es la consciencia que adquiere alguien que necesita alimentarse, vestirse, abrigarse bajo un techo, hacer movimientos, etc.
Como consecuencia, en la medida en que el ser humano se enfrenta con ese Universo, en la media que hay una resistencia a ser conocido por sí mismo y en que se transforma a sí mismo y se asume, se va haciendo más consciente. Este encuentro con el Universo va siempre ligado a las relaciones con los demás. Y no es una tarea exclusiva de uno mismo el concienciarse, el tomar consciencia, sino que es una tarea de todos. En la medida en que uno es más consciente, puede ayudar a los demás a serlo también y al contrario.
  
El ser humano puede llegar a estar casi inmerso o absorbido por la realidad en la que vive, sin tener la capacidad para tomar otras perspectivas, con el fin de verla con claridad y superarla. La toma de una consciencia crítica frente a la realidad, mediante la reflexión de todo lo que se vive, es un elemento esencia en el proceso de la toma de consciencia.
Después de haber visto, analizado y llegado a la visión global de la situación, la consciencia quiere ir más allá, quiere crear una nueva realidad. Entonces se llega al momento en el que se proyectan los objetivos y se diseñan las acciones que se deben realizar para realizar el cambio.
La toma de consciencia permite siempre al ser humano una reflexión crítica sobre la realidad en la que se desenvuelve y, por la propia forma de ser de la consciencia, le impulsa a superar las situaciones. Lleva a reflexionar sobre la nueva realidad que hay que construir y la manera de conseguirlo.
 
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SEAMOS EL CAMBIO DE CONSCIENCIA, SEAMOS EL NUEVO MUNDO
  
Somos grandes, somos inmensos ¿Tenemos que depender de las palabras que nos hostigan, nos oprimen y nos embriagan de tristeza el alma y la mente?
El mundo corre deprisa, a cada día que pasa todo se acelera más y más. Sobrevivimos cansados y hastiados de palabras vacías que nos ocupan la mente para tenerla aletargada, dormida, sumida en un caos permanente donde nuestra existencia queda relegada a la supervivencia vital del día a día.
No hay tiempo, no tenemos tiempo para pensar, para sentir lo que realmente nos importa, nos mueve, nos hace vibrar de ganas de vivir.
Basta de pasividad, basta de escuchar aquello que no queremos oír, ni saber, ni siquiera pensar.
 
En un ANTImundo donde todo se resuelve al revés, un rompecabezas imposible de armar. Políticos, economistas, banqueros y elitistas que gobiernan el reino de los perdidos, de los vacíos, mentes roba-sueños que solo se sacian a través de nuestra sangre, nuestra alma…
  
Dejemos de pensar que no podemos, dejemos de creernos lo que nos intentan inculcar; que somos pobres, que somos débiles, que estamos solos y no hay nada que hacer.
Deja de sentirte un muñeco roto y DECIDE cambiar el rumbo. Deja de creerte sus mentiras, deja de votar al mejor postor, a esa hipócrita dualidad que reside en este mundo y de la que se sirven para manipularnos a su antojo, como a títeres, como a despojos.
 
Sal de tu madriguera, salgamos de las trincheras, despertemos al nuevo mundo, al mundo desconocido y real, aquél que queramos que sea y que si lo creemos, así será.
Ese mundo donde todo resuena, con armonía y claridad mental. El mundo donde todo se coordina, se resuelve, sin maldad de por medio, sin artimañas para manipular, un mundo donde todo se pertenece a todo, como en una bonita canción de amor.
Consonancia, el mapa se resuelve en un gran puzle donde todo, por fin, vuelve a encajar.


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