TRANSGÉNICOS – El Mundo según Monsanto

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Hace más de doce mil años, en diez puntos distintos de nuestro planeta nuestros antepasados comenzaron a domesticar algunas plantas generando lo que hoy en día conocemos como cultivos agrícolas. Más tarde se inició la cría en cautividad de algunos animales salvajes y también el aprovechamiento de los zumos de algunos frutos y los fluidos biológicos de algunos animales para generar los primeros alimentos y bebidas fermentadas.
Al finalizar el siglo XX, al global de estas técnicas le damos el nombre de agroalimentación. Esta tecnología ha sido en gran medida la responsable de la vasta diseminación de la especie Homo sapiens, pero también ha sido la responsable de las mayores agresiones a nuestro planeta justificables sólo por la ansiedad de la especie humana de perpetuarse y colonizar todos los nichos ecológicos que le rodean.

     
Los argumentos en torno a la modificación genética, a menudo caracterizados erróneamente como ciencia contra irracionales adoradores de la naturaleza, no han perdido nada de su pasión. De un lado están los que sueñan con soluciones sencillas de alta tecnología a problemas complejos; del otro, y en contra de los organismos genéticamente modificados (OGM), existen realidades ecológicas y evidencia científica. Hay pruebas abrumadoras de que la agricultura torció el rumbo después de la última guerra, con el uso extendido de fertilizantes de nitrógeno y aerosoles.
   
En Gran Bretaña, perdieron hasta el 95 por ciento de sus antiguos bosques, prados, jardines y vida silvestre, y además presenciaron pérdidas masivas de granjas y empleos agrícolas. La agricultura se volvió más dependiente del petróleo.
 
Nuestros alimentos perdieron vitaminas, sabor y diversidad, y nuestra dieta dejó de ser saludable.
 
Conforme el costo ambiental y humano de la agricultura industrial se volvió más difícil de negar, llegó una nueva “cura milagrosa”: la ingeniería genética. Hace 20 años, los OGM prometieron maravillas increíbles: frutas que no se congelarían jamás, cultivos que no necesitarían fertilizantes ni aerosoles, alimentos con vitaminas y medicamentos incorporados vía genética… Pronto toda la comida sería genéticamente modificada. Los genetistas transformarían todo lo que deseáramos, tomando un gen de pez aquí, uno de cerdo allá, añadiendo un gen de bacteria y tal vez un pedacito de un virus.
   
El mayor golpe de las compañías productoras de OGM, y su mayor fraude científico, fue asegurarse de que ningún alimento genéticamente modificado se sometiera a pruebas de seguridad. En Estados Unidos impusieron el concepto de “equivalencia insustancial”, el cual significa que, si un cultivo GM se parece a su equivalente no GM y se cultiva igual, entonces lo es: no se requiere ninguna prueba de seguridad para que la gente se alimente de él.
Cierto, tal vez el maíz GM contenga virus y genes resistentes a los antibióticos agregados, así como un gen que lo hace exudar insecticida de cada hoja, tallo y raíz, pero para el gobierno de Estados Unidos se ve y se cultiva como el maíz, así que es seguro para comer.
      
La superficie mundial cultivada con plantas transgénicas crece continuamente desde el año 1994 llegando a ser en el año 2004 más de 80 millones de hectáreas sembradas, fundamentalmente en Estados Unidos, Canadá y Argentina, aunque también hay superficie apreciable en China, Brasil, India, Paraguay, África del Sur o Australia. En la UE, tan sólo España y Rumania cultivan variedades transgénicas.
   
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EL NEGOCIO DE LOS TRANSGÉNICOS
 
Las corporaciones agroquímicas transnacionales como Monsanto, Bayer, Syngenta, Pioneer o Dow Agroscience tratan de controlar la agricultura del mundo a través de las variedades transgénicas. Estas corporaciones buscan convertir la producción agrícola y alimentaria mundial en un gran experimento genético, totalmente dependiente de sus semillas patentadas, destruyendo los modelos agrarios basados en el libre intercambio de semillas y saberes campesinos, eliminando del mapa, por ejemplo, a todas las pequeñas empresas semilleras.
 
Estamos hablando de nuestras vidas y de como formamos parte del propio sistema que nos utiliza –aun a costa de nuestra salud, sin importar lo más mínimo-, para que la industria pueda seguir creciendo, exprimiendo más y más la maquinaria para continuar ganando dinero, que es lo único que les importa.
  
Enfermedades cada día más comunes entre nosotros, que matan a millones de personas a diario. Pruebas necesarias que no se llevan a cabo u otras que son ocultadas premeditadamente por ser la prueba irrefutable de que algunos productos utilizados en los transgénicos están matando literalmente a la gente, sin su conocimiento.
Corrupción empresarial que actúa de tapadera para las grandes industrias porque no quieren dejar de ganar ni un dólar o euro… a costa de vidas humanas.
 
Estamos hablando del secreto mejor guardado, un secreto a voces del que pocas personas son conocedoras de su peligro real para nuestra salud o el medio ambiente. Un secreto que no interesa airear y del que las consecuencias siguen sin saberse… hasta que pasen muchos años y –como suele pasar siempre-, sea demasiado tarde para las millones de víctimas del sistema.
 
Sólo diez multinacionales controlan casi el 70% del mercado mundial de semillas lo que significa que los y las agricultoras tienen poca capacidad de elección.
    
La agricultura industrial usa fertilizantes sintéticos y agroquímicos que contaminan nuestros suelos y aguas, recursos necesarios para producir alimentos sanos ahora y en el futuro.
     
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Os presentamos “El mundo según Monsanto”, documental que denuncia los efectos negativos que provocan los productos agroquímicos y las semillas de soja transgénica que comercializa la empresa más grande del mundo del sector.
En síntesis, expone la cara más oscura de la lógica económica neoliberal, a través de la realidad agrícola de América del Norte y del Sur, especialmente de Argentina.
Hoy Monsanto es el primer semillero de soja, maíz, algodón y productor de agroquímicos del mundo. Quien dice semilla, dice Monsanto, pero también dice alimentos.
Es la empresa norteamericana que maneja el mercado mundial de la soja. Es la misma empresa que fabricó PCB, y ocultó durante 50 años que ese aceite era cancerígeno. Es la empresa que produce y que patentó las semillas de soja genéticamente modificadas, para resistir agroquímicos y tempestades, etc.
  
 
DOCUMENTAL – EL MUNDO SEGÚN MONSANTO


      
 
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