Copacabana

Copacabana_Izal

“Asistimos a una quiebra total de la cultura occidental. El mundo cruje y amenaza con derrumbarse, ese mundo que para mayor ironía es el resultado de la voluntad del hombre, de su prometeico intento de dominación”
 
Ernesto Sábato, La resistencia


Solo sé que este mundo no es como debería ser. A estas alturas de la historia, siempre vanagloriándonos de los miles de logros alcanzados, de los grandes descubrimientos de la humanidad que se supone nos harían la vida más fácil y erradicarían el hambre o las guerras consiguiendo por fin la igualdad en el mundo ¿dónde está esa magnífica evolución del hombre de la que tanto hablan? ¿Por qué nada ha cambiado durante miles de años y seguimos permaneciendo en la senda de guerra y hambre?
Millones de seres humanos mueren de enfermedades –la mayoría de ellas con cura, aunque únicamente accesible a quienes vivimos en el mal llamado primer mundo-, de hambre –con ese primer mundo sobrealimentado y opulento- y por haber tenido la mala suerte de nacer en zona de conflictos –la gran mayoría de ellos debido a todo tipo de intereses político-empresarial-militar, menos el de salvaguardar a las personas.
Con esas, si miramos al tercer mundo (los pobres, los hambrientos, aquellos que no son mercancía rentable y por lo tanto quedan fuera del circuito de consumo y no generan dividendos = no interesan) enseguida experimentaremos un sentimiento de pena, compasión, desolación, vergüenza, una total y absoluta sensación de injusticia. Pero por encima de todo ello, existe un real y palpable sentir recorriendo nuestro cuerpo, si somos capaces de observar y empatizar con el horrible panorama de casi la mitad de la raza humana que habita este planeta: MIEDO.
Ese miedo es tan real y estremecedor, tan horrible y descorazonador que solo somos capaces de hacer una cosa: mirar hacia otro lado y conformarnos con lo que tenemos «después de todo no estamos tan mal… hay otros que apenas si pueden sobrevivir, mejor será resignarse comprendiendo que no es problema nuestro y que no podemos hacer nada por ellos...» —nos repetimos internamente, cada vez que nos sentimos mal por observar las penurias que pasan otros.
 
Tontos útiles. Criados para obedecer; existiendo únicamente para sobrevivir, para bajar la cabeza ante los mal llamados poderosos. Millones de gente con mentes brillantes aunque adormecidas, narcotizadas por la propaganda que se ha convertido en nuestra ama y señora de cada día. Vidas desechadas repitiendo una y otra vez la misma historia. Los mismos comportamientos, los mismos errores que nos han llevado a donde estamos.
Y lo peor de todo es saber a ciencia cierta que no existe un antídoto mágico para despertar a los dormidos. Saber que ni tan siquiera conociendo la verdad, las mentes –tremendamente condicionadas, narcotizadas- podrán cambiar. Comprendiendo en última instancia, que tan solo un pequeñísimo porcentaje de seres pensantes seremos capaces de ver más allá, aunque ello conlleve la desgracia de sentirte extraño en tu propio mundo.
 
Muchas personas se auto convencen cada jornada, a través de sus propias mentiras, de que son bondadosos, amables, misericordiosos o generosos, cuando miden y experimentan sus vidas según los estándares establecidos por el sistema. Así, sus ideas, comportamiento, sentimientos... todo está supeditado a las apariencias que deben mantener para seguir formando parte de la sociedad que respira según los cánones del propio sistema.
La gente pierde el rumbo de su vida, sus referencias se tornan erróneas y les cuesta distinguir la verdad de la mentira, ya que moldean su realidad en base a sus propios intereses egoístas propiciados por el sistema. Todo cuanto contradiga sus prejuicios establecidos resultará falso o negado por estos individuos enamorados de sí mismos.
Aquello que si acaso un día habría podido llegar a ser se quedó en el camino, olvidado para siempre más. Nos hemos convertido en la cultura del positivismo autodestructivo, cínicos intercambiando mentiras en un egoísta y despiadado ciclo eterno que nos lleva de cabeza a la autodestrucción.
Estamos desconectados de la realidad y conectados a la red artificial que nos proporciona todo cuanto creemos necesitar; y si por un casual alguno de nosotros despierta del eterno letargo autoinducido, dándose cuenta del descomunal engaño disfrazado de verdad en el que vivimos, tendrá dos opciones: despertar a la realidad o seguir durmiendo el bonito sueño… ¿Qué escogerás tú?



Izal – Copacabana
 
Antes de nada dejaremos claras
Las páginas que nos importan
Las de libros abiertos de vidas cercanas
Paredes que por siempre callan
Y al resto del mundo, deseo sincero
De éxitos en la batalla
Que pensemos despacio
Quedamos deprisa
Y caminemos con la frente alta
Incluso en este justo momento
En que nada ocurre
Calma blanca, ropa de cama de hotel
Olores de vida plena
Sexo ligero, agua fresca
Zumo de fruta y café
Incluso ahora
Que ya no hay miedo
Que nada tiembla
Sal de baño
Brillo dorado en la piel
Y un beso sincero en la boca
Pies descalzos
Arena virgen
Copacabana y claqué
Cine desierto
Sol en la cara
La tina ardiente
Ron de caña
Domingo desde las tres
Terraza de vino y rosas
Soñar despierto
Dormir contigo
Viajar despacio y volver
Es un parpadeo
Un rápido destello
Un rayo de sol
Que deja ciego
Cambia en un instante
La forma en que los cuerpos
Toman aire
Y para el tiempo
Así que atentos
Todos al cielo
Calma, quietos
Cojan aire, quizá
Nos toque correr
Que al menos quede el recuerdo
De aquel momento
Que fue perfecto
Copacabana y claqué
Es un parpadeo
Un rápido destello
Un rayo de sol
Que deja ciego
Cambia en un instante
La forma en que los cuerpos
Toman aire
Y para el tiempo
Es un parpadeo
Un rápido destello
Un rayo de sol
Que deja ciego
Cambia en un instante
La forma en que los cuerpos
Toman aire

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